miércoles, 2 de marzo de 2011

¿Quién pidió "la guerra antinarco? Porque yo: NO

   Vivo desde hace ya algunos años en una colonia del área metropolitana, por azares y por azahares de la vida llegué aquí y aquí decidí quedarme. Al principio me costó un poco de trabajo adaptarme ¿la razón? Los distintos códigos sociales que se manejan en la zona. Crecí en una de las zonas más tranquilas del DF, hacia el poniente, muy cerca del Desierto de los Leones, una zona arbolada y en donde se respira, a pesar de estos tiempo tan difíciles, un aire provinciano, por esa razón mi llegada a este lugar se acompañó de ansiedad e intranquilidad. 

   Cuando llegué a esta colonia, tuve que convivir con situaciones que sólo había llegado a imaginar, por las noches escuchaba los disparos de armas y aunque no era muy seguido, me provocaban miedo. Poco a poco fui entendiendo y observando la dinámica del lugar, aunque la zona cuenta con todos los servicios actualmente, es un barrio que se formó con lo que algunos llaman “marginados sociales”, aquéllos a los que el sistema no les ha dotado de oportunidades. Este barrio se encuentra muy cerca del Campo Militar No. 1, de hecho, la barda perimetral está a una cuadra del lugar exacto de donde vivo y ésta se extiende a todo lo largo de la avenida principal que cruza este y otros barrios mucho más “peligrosos” (para quien quiera verlos así). La zona está llena de lugares en donde se rentan viviendas, la mayoría de las familias que viven aquí, encuentran una entrada extra de dinero alquilando algunas habitaciones de sus casas y la mayor parte de los inquilinos son precisamente soldados, personal del campo militar que llega de provincia, unas veces solos y otras con sus familias. Pues bien, cuando yo recién llegué al lugar, aunque se escuchaban disparos nocturnos, había cosas que se realizaban en “secreto”, no de manera pública y eso, últimamente ha cambiado mucho.
Siempre supe, como todos en el barrio, la ubicación de “narcotienditas”, se conocen a los dueños de esos “negocios”, personas comunes y corrientes y no como el estereotipo que muchas personas conciben en este tipo de situaciones, uno de estos “expendios” se encuentra a escasos 100 metros de mi casa, sí!, eso significa que mi hija de 14 años se encuentra a 100 metros y 100 pesos aproximadamente de las drogas, sin embargo, eso no es lo que me preocupa, las cosas han cambiado mucho en los últimos años.

   Cuando estaba recién llegada, bastaba con “ignorar” ese tipo de situaciones y no había ningún problema, los disparos que se escuchaban en algunas noches eran producto de las borracheras de algunos soldados que tenían un  arma en su casa, aventaban tiros al aire y nomás, ahora con la reciente “lucha antinarco” la diferencia es mucha.

    Han descubierto “casas de seguridad” en la zona, también han encontrado células de algunos cárteles, principalmente del originario de Michoacán y del otro que se llama como la última letra del abecedario, varias veces hemos tenido que resguardarnos en casa porque el ejército patrulla la zona y se tiene miedo de algún enfrentamiento, en una ocasión quedamos en medio de una balacera cuando íbamos en el auto, he visto cómo llegan camionetas ostentosas de vidrios polarizados que no tienen nada que hacer aquí, gente extraña que observa desde las esquinas cuidando a la distancia los vehículos que transitan por la avenida, he visto a patrullas de otros municipios patrullando por la zona y que después de hablar con gente aquí y allá se retiran, hace un mes aproximadamente asaltaron una bodega de lácteos a una cuadra de aquí, los asaltantes llegaron en camionetas lujosas, ellos con pasamontañas y armas largas: los “que saben” dicen que primero comienzan a intimidar así y que después pasarán a pedir “cuotas de seguridad”…podría describir todo lo que he visto y  me faltaría espacio porque todos los días hay algo nuevo. Las cosas cambiaron con la mentada guerra contra el narcotráfico, muchos opinarán lo contrario pero mi opinión se basa en la experiencia propia, el barrio se tornó violento, los dueños de las “tienditas” desconfían de todos y es muy peligroso eso porque ellos no van a correr riesgos. Hace poco, con la aprehensión del J.J. se develó algo que aquí ya todos sabían: La narco-ruta que conecta al DF con el Estado de México y la función que tienen estos barrios, son como la zona de los peones, en donde se vigila el tránsito porque es una ruta que no cuenta con más entradas o salidas, prueba de ellos son los constantes operativos que se realizan en el Camino Arenero y en la Entrada a Interlomas que se encuentra más arriba, pasando Palo Solo. Transito varias veces por esa ruta, suelo viajar en transporte público, no hay manera más eficaz de ahorrar tiempo y sobre todo, de darte cuenta de las verdaderas condiciones sociales de tu ciudad, quien viaje en auto particular todo el tiempo creo que ni opinar podría, se vive en una burbuja!

   Bien, recién he terminado de leer el libro de Marcela Turati, un documento que recoge los testimonios de personas que viven más de cerca el conflicto actual, personas que quedan en el fuego cruzado, pone a la vista del lector el panorama no sólo desde la perspectiva periodística, sino de manera más amplia, devela el aspecto económico de las zonas más pobres que encuentran en los narcocultivos una oportunidad de sobrevivir, devela también la horrorosa corrupción de los cuerpos policíacos, la infiltración en los medios y una verdad a la que se llega de manera deductiva: Los más jodidos siempre son los más jodidos.
He revisado también el reporte “confidencial” de la Sedena en donde declara que no ha habido grandes avances debido a la forma en que se organizan los grupos criminales, cuando cae uno los demás se recorren, lo mismo que cuando un gerente sale el subgerente toma el puesto, las cifras de personas muertas víctimas del fuego cruzado son escandalosas y no tienen para cuando terminar los enfrentamientos.

   Yo he experimentado esta lucha antinarco desde mi barrio, un barrio que ahora es más peligroso, como comenté, no le temo a la cercanía de las drogas, le temo a la violencia que está cada vez más presente y denunciar de nada sirve porque se hizo en un pasado, pero lo que une a un barrio es que todos los vecinos se conocen y en este caso, es precisamente este aspecto lo que favorece las amenazas, la intimidación y el miedo a denunciar…nadie te protege porque ves que entran patrullas, “llegan a acuerdos” y se retiran. Lo único que se consiguió con las medidas extremas de perseguir al narco fue poner en riesgo a todos.

   He llegado a la conclusión de que me vale madre si los gringos se quieren matar lentamente metiéndose cosas por su cara o sus venas, que me vale madre si algunos o muchos mexicanos quieren lo mismo para sus vidas, al final de cuentas y como lo sugirió el Secretario de la Defensa: la solución está en una unificación pactada (como en los viejos tiempos).

   Las drogas siempre han estado cerca de nuestros hijos, lo sé yo y lo sabemos todos nosotros, la labor de alejarlos de ellas estaba en la familia, ahora me angustia y frustra el pensar que tal vez no sea capaz de asegurarle a mi hija un ambiente de paz y seguridad en su país, que ver descabezados y ejecutados sea parte ya de su paisaje matutino al pasar por un expendio de periódicos…eso realmente me frustra mucho porque no está en mis manos.

   Extraño la paz de antaño, cuando uno podía ver a los niños echando “cascarita” en la calle y donde únicamente morían a causa de las drogas los que así lo decidían, ahora parece que ni siquiera tenemos la oportunidad de elegir.

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